José Elías y yo… Toda una trayectoria

Por: David Enrique Miró

En 1994 yo regresé a Puerto Rico luego de vivir tres años en Estados Unidos. Cuando comencé mi maestría en el Colegio de Mayagüez, obtuve privilegios para usar el Internet, por mi grado anterior como ingeniero de computadoras. En las largas horas que uno tenía que estar frente a la computadora, y seleccionando emisoras entre el “wasteland” que es la banda AM en el oeste de Puerto Rico, sintonizo la entonces Zona 1040, emisora de Aguada.

Escucho a este profesor universitario tratando de analizar las noticias locales del Oeste con una minuciosidad que no había escuchado en nuestra área. Le dio por mencionar algún asunto internacional, que -luego me confió- no era su fuerte. Yo, conectado al internet, podía acceder a contenido sobre tópicos que, a veces, nuestros propios medios boricuas eran entonces incapaces, o tenebrosamente selectivos al tratar.

Al final del largo programa, el profesor abrió las líneas telefónicas, algo que él también me confesó que no le gustaba mucho. Usualmente las llamadas tenían muy poco que ver con el tópico que trataba, cosa que le frustraba un poco. Un día me armé de valor, le comenté alguna noticia internacional. A la semana siguiente, hice lo propio con otra. Y a la siguiente, con otra. Y antes de yo colgar, el master control me pidió mi teléfono. José Elías Torres me quería conocer en persona.

Visito Aguada, y José Elías me dice que apreciaba mis intervenciones, que yo revolcaba los teléfonos al llamar (señal de que la audiencia no estaba meramente escuchando por escuchar), y me propuso hacer una columna de comentario semanal. Yo no sabía hacer radio; hablaba muy rápido, y mi déficit de atención hacía de las suyas. José Elías me recomendó que hablara de forma pausada, pero que siguiera diciendo lo que tuviera que decir.

El profesor era maestro de historia, en escuela superior y en universidad. No era una personalidad en busca de audiencia, sino un estudioso que tenía como misión formar mentes y hacer a la gente pensar. Siempre decía que trataba de exponer a la gente a todas las aristas de una noticia, con tal que la gente, y cito, “llegara a sus propias conclusiones.” Siempre era el caso. Es cierto que a veces les daba su sesgo, pero era bien fácil simpatizar con ese sesgo: la capital del país tiene olvidada al Oeste, a todo lo que fuera lejos del área Metro; los políticos son muy dados al histrionismo, a la falsedad intelectual, y la mejor forma se exponer esa falsedad intelectual era dándoles cuerda para que se explicaran.

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Una métrica que él usaba era sobre “cuánto aceite en la lumbre” podía tener su interlocutor en la cabeza. En muchos casos, era poca. En otros, como en los casos de Rafael “Churumba” Cordero, don Rafael Cancel Miranda, y curiosamente, Pedro Rosselló González (a quien José Elías podía entrevistar y hacer que se sintiera cómodo frente al micrófono, algo que casi nunca pasaba en nuestros medios), el producto radial era exquisito. Buena radio. Con pinceladas de humor, drama, a veces confrontaciones. Siempre respetuosas. Y siempre, pausadas.

Al poco tiempo, se le ocurre a José Elías ponerme en un panel de discusión política, el típico panel dividido entre las tres eternas ideologías boricuas. Yo le dije que solo accedía si me dejaba ser totalmente independiente. Yo le dije que no quería ser parte de un “circo de tres pistas,” roja, azul y verde. Le encantó la frase. La usó hasta poco antes de fallecer.

Me ofrecí a hacerle producción radial. Programas especiales, una vez al mes más o menos. El Colegio descubrió mi consumo exagerado de “bandwidth,” y me quitó la cuenta. José Elías consiguió, por intercambio, que me dieran gratis un servicio de “dial up” que era un lujo en aquel entonces. E hicimos radio que, hoy día, es común, pero que entonces rompió esquemas en el país entero. Me acuerdo de la vez que me dio por expandir sobre una noticia donde se estaban empezando a rascar las bases de lo que hoy día era el “Deep Net”, aquellos lugares donde el contenido al que se podía acceder estaba al margen de la ley. Encontré unos recetarios anarquistas en un servidor de una universidad en Pennsylvania que, cuando los mencionamos, hizo que el cuadro de Zona 1040 casi reventara. Era obvio que, lo que vemos hoy día como fuentes de contenido viral, a diario, eran muy escasas entonces.

Comienza su peregrinación por emisoras del Oeste. Era claro que los dueños de emisoras tenían sus agendas, y que el profesor, como contratista independiente, iba en curso de colisionar con esas agendas. El de Zona 1040 era un cristero anexionista, el próximo, un mercader preocupado por sus anunciantes. Al llegar a las emisoras de las Empresas Bechara en Mayagüez, José Elías tuvo la audiencia y la flexibilidad de poder instalar el mismo estilo periodístico pausado, minucioso, detallista, que había ensayado en las emisoras anteriores.

Y a raíz de una investigación que cuadró y divulgó el compañero Julio Víctor, por la cual todavía se comenta lo qué pasó (y no, no tengo la foto), era obvio que WKJB-AM iba a tener un trabucazo por programación local. Si a eso le añadíamos la minuciosidad similar de Johnny Flores Monge en los deportes, y el genio del muy bien recordado Guillermo Martínez Machado en sus comentarios jocosos sobre el mundo, era de esperarse que lo que saliera por esa antena fuera una joya.

Se me ocurre montar una página por internet para el programa de José Elías. La subimos el 1 de agosto de 1995. “Punto de Vista, El Web Page” fue el primer medio de noticias en el WWW en Puerto Rico, precediendo al de END Digital por siete meses. Hacíamos podcasts (la última entrevista en vida a Benjamín Cole fue uno de ellos); poníamos resultados de juegos de los Indios de Mayagüez en tiempo real; comentábamos sobre tormentas y huracanes mucho antes de las galletitas, los chocolates, y el Churumba Weather Channel.

Tuvimos columnistas; el primero fue Benny Frankie Cerezo (que José Elías, que no era muy inclinado a la tecnología en sus inicios, tuvo que coachear para que nos hiciera llegar sus escritos… por fax). Hicimos investigaciones sobre financiamiento de campañas políticas primero que nadie en el país. Nada de eso le subió los humos a la cabeza a él.

Tuvimos que mudarnos a WTIL-AM en tiempos de don Gilbert Mamery, una institución en la radio en Puerto Rico… y cuya familia y la mía han estado enlazadas por más de 90 años. Yo esa parte no la sabía. José Elías se enteraba primero que yo. Y siempre hacia lo que pudiera para facilitarme el trabajo. En una ocasión, yo hice un viaje a Nueva York, y JE me cuadró una entrevista con el entonces congresista José E. Serrano. Resultó ser que estaría en Washington… y hasta allí hicimos el viaje. Me sentí como los cabilderos por la anexión, cuando la Policía del Capitolio por poco me saca del edificio Rayburn por estar de colao… pero, milagrosamente, entre, y me atendieron. Serrano no estaba… pero hicimos el programa desde allá como quiera.

José Elías, con raíces profundas en el Barrio Quebrada Grande de Mayagüez, se vio forzado a peregrinar una vez más, esta vez a Ponce. El cerco mediático en Mayagüez se cerraba. Las cadenas radiales de la Metro se comieron buena parte de nuestra radio local. José Elías vio una oportunidad de oro en Ponce: era cambiar radicalmente de ambiente, desarraigarse quizá, pero sólo allí iba a tener la libertad de hacerlo.

Y él y Marianisi, uno los seres humanos más dulces que he conocido (y una excelente locutora comercial) hicieron el salto de fe. De sus 21 años en Ponce otros hablarán mejor que yo… su último programa conmigo fue sobre el Observatorio de Arecibo, QEPD, justo cuando el gregoriano se escocotó. Lo tengo grabado aquí en mi teléfono.

Hicimos mucha radio juntos. Hicimos muchos experimentos juntos. Nunca dejó de ser el profesor pausado, el muchacho de barrio de Quebrada Grande, el fanático fervoroso de los Mets (nunca le conseguí la gorra…), el tipo humilde, puertorriqueñista, que reclamó respeto para la gente común de nuestros pueblos fuera de la Metro. Y aunque no fuera risueño en sus programas de radio, su sentido del humor sutil contribuyó a mucho del éxito de sus producciones y me dio cuerda para relajos como el que da origen a esta foto, de nuestra boda, donde él sirvió de cómplice y maestro de ceremonias.

La radio de Ponce, el periodismo boricua y la búsqueda de la verdad en Puerto Rico pierden súbitamente a uno de sus más dedicados y valientes exponentes. Sus fuentes eran inexpugnables. Fue quien para presentarme a Filiberto Ojeda Ríos sin decirme quien era hasta que a Filiberto lo mataron. Y prefería una y mil veces irse de un medio antes de chayotear. Esa rectitud de propósito seguirá haciendo falta, y más aún hoy día, donde la posverdad y el post-Maria están transformando a Puerto Rico y subiéndolo en la desesperanza. A Marianisi y a su familia, mi sincera solidaridad.

Vas a hacer falta, José Elías. Y mucha.