A 176 años del «Fuego Grande» que casi redujo a cenizas a Mayagüez

Mapa de Mayagüez preparado en 1888, luego del "Fuego Grande" (Fuente/Librería del Congreso).

Mapa de Mayagüez preparado en 1888, luego del «Fuego Grande». Haga «click» sobre la imagen para ampliarla (Fuente/Librería del Congreso).

MAYAGÜEZ: Hace 176 años, el 30 de enero 1841, un voraz incendio destruyó gran parte de lo que hasta entonces era la “Villa de Mayagüez”, en lo que popularmente la historia conoce como “El Fuego Grande”.

Para esa época, según apuntes históricos, Mayagüez tenía unas 700 casas y edificios, de los que menos del 10 por ciento no fueron pasto de las llamas. Un total de 40 casas quedó en pie y apenas la mitad de estas 40, estaba habitable.

El entonces gobernador y Capitán General, Santiago Méndez Vigo vino personalmente a la Sultana del Oeste a revisar los daños y su descripción fue más que elocuente:

La rica y floreciente villa de Mayagüez ya no existe; sus casas, tiendas y bien abastecidos almacenes son hoy un montón de cenizas, quedando tan solo de uno de los mayores pueblos de esta Isla las pocas casas que tiene en la playa y algunas otras en el extremo opuesto”, así lo publicó La Gaceta de Puerto Rico en su edición del 9 de febrero de 1841.

El fuego comenzó al mediodía del 30 de enero y el fuerte viento hizo que las llamas se propagaran rápidamente. La construcción de muchas de ellas era de “madera de pino, con pintura de alquitrán y techadas de tejamaní”.

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Un trabajo de investigación, realizado en 1997 por Ramonita Vega Lugo para el Décimo Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, reveló que “la falta de un cuerpo de bomberos y de un acueducto permitieron la extensión del fuego sin poder sofocarlo”. Pero, a pesar de la destrucción, logró salvarse el Archivo Municipal, la Escribanía Pública y la Iglesia.

La Iglesia se libró por una bomba de un particular con la cual apagaron las puertas y la persiana de una de las torres que estaban incendiadas. En el templo se hallaba refugiada gran parte de la población. De igual modo sirvió de refugio el sector de la Marina, cercano al puerto. Tres días después del desastre se llevó a cabo una reunión extraordinaria que contó con la presencia de los mayores contribuyentes del pueblo, reconocidos como personas «notables». Los «notables» acordaron suplicar al gobernador que presenciara lo ocurrido porque encontraban que les resultaba imposible describirlo con propiedad. Por tal razón nombraron una comisión para que acudiera personalmente a la Capital y llevara consigo copia de los acuerdos de la reunión”.

Méndez Vigo vino personalmente a Mayagüez, acompañado por el Auditor de Guerra, José Laguna y Cañedo, y trajo consigo la suma de veinte mil pesos para repartir entre las víctimas que perdieron sus casas.

Además de aportar esa suma para que el gobierno municipal los repartiese, el gobierno central abrió una suscripción para que los pueblos del resto de la isla contribuyeran. La suscripción era voluntaria y comenzó a rendir beneficios en corto tiempo. Por el término de dos años quedaron autorizados a conducir en buques extranjeros los artículos necesarios para construcción tales como ladrillos, piedras, cal, etc. Darían preferencia a los de cabotaje, por ser a éstos a los que pertenecía ese tráfico. Durante los meses posteriores al incendio, varios hacendados presentaron solicitudes al Ayuntamiento con el propósito de traer carpinteros para fabricar sus casas. Desde el pueblo de Trujillo Alto (más cercano a la Capital), un hacendado pidió permiso al gobernador para introducir del puerto de San Tomas carpinteros y albañiles de condición libre para la reedificación de Mayagüez. Los vecinos fueron autorizados, bajo su responsabilidad como solicitantes, para traer los operarios de colonias amigas”, indica el estudio.

Como normalmente ocurre, las clases menos privilegiadas fueron las más afectadas por el “Fuego Grande”, que en casi todos los casos, lo perdieron todo.

No obstante, el espíritu de lucha y superación de esos mayagüezanos hizo que en seis años después del fuego la actividad comercial se describía, “en mayor escala que en ningún otro punto de la isla”. El comercio al por mayor contaba con 15 establecimientos; 131 al por menor y 39 de artes y oficios. La aduana era de primera clase. Había allí Agentes consulares de Francia, Inglaterra y Estados Unidos.