Como si se tratara de una despedida de año, cuando los diferentes medios de comunicación comienzan el conteo anunciando que faltan tantos segundos para recibir el año que está por comenzar, así lució el feo espectáculo de algunos mantenedores de programas indicando que solo faltaban equis número de muertes violentas para alcanzar la fatídica cifra de mil asesinatos en lo que va del 2011. Es tal el grado de morbosidad, que en algunos noticieros le preguntaron al Superintendente de la Policía, general Emilio Díaz Colón, sobre varias muertes sospechosas no incluidas en las estadísticas de la Uniformada.
Desafortunadamente la cifra histórica de homicidios ya sobrepasa los mil cinco casos, por lo que no dudamos que algunos sensacionalistas inicien otro conteo para ver si la criminalidad rebasa el doble muertes de los últimos 10 años.
Si alguien tenía algún asomo de duda, no le sorprenda si afirmamos que hay un sector de nuestra sociedad al que no le preocupa la ola delictiva que azota a la isla desde hace varias décadas. Ver jóvenes caer abatidos a tiros en calles y carreteras parece no conmover a muchos puertorriqueños. Incluso, examinen las fotos recientes de muertes violentas que aparecen en los diferentes canales de televisión y observen a mujeres con niños en los brazos, mientras los «averigua’os» sonrien a la cámaras.
Hasta ese punto hemos llegado en la otrora isla de la compasión y el amor al prójimo. Esa es la misma gente a quienes las autoridades piden cooperación para esclarecer un crimen y responden a coro «que no han visto nada».