La enorme responsabilidad de ser un buen padre

HORMIGUEROS: Dialogaba hoy con un amigo sobre la enorme responsabilidad que representa en estos tiempos difíciles manejar el timón de la familia, pero sin caer en excesos ni cometer injusticias con nuestros hijos. Como es lógico, los extremos nunca son buenos.  Si como padre es usted muy consentidor y permisivo con los miembros de la familia, llegará un momento en que nadie obedecerá sus instrucciones y consejos, a no ser que medie una gratificación económica.

Son muchísimas las ocasiones en que escuchamos a los niños decir: » papi es bien bueno porque me regala todo lo que yo le pido y me deja ir a donde yo quiero». En cambio, cuando la situación es a  la inversa, algunos describen a sus padres como, » old fashion, macetas, peleones o que caminan con los codos».

En tiempos modernos existe la falsa creencia de que papi es mejor de acuerdo al grado de tolerancia y modernidad que demuestra  para con los hijos. En mi época, cuando no existían los medios de comunicación ni los aparatos electrónicos de ahora, los hijos debíamos de conformarnos con ir al cine una vez por mes y en algunos casos, divertirnos con los juguetes que fabricaba  mi «viejo».

Aunque es importante aplaudir la llegada de la computadora portátil, el IPOD, la tableta, el supercelular y el MP3, tal parece que esos avances extraordinarios comienzan a deshumanizarnos.

Ahora papá es el «mejor padre del mundo» porque no lo piensa dos veces para embrollarse en la financiera, si eso sirve para complacer al nene o a la nena.

Y que conste, la sociedad ha estado desarrollando un grado tal de ociosidad cibernética, que llegará el tiempo en que nadie aceptará empleo en una empresa u oficina a la que haya que acudir por 40 horas semanales, cinco días a la semana.

Meditando sobre este nuevo Día de los Padres, me detengo a pensar si como padre y abuelo pertenezco al grupo de los «chéveres y consentidores» o si por el contrario, los hijos y nietos me ubican democráticamente en el escalafón de los «tacaños, fuera de moda, viejos medicare, o que se comen la ropa vieja».