Si hay alguien a quien tenemos que agradecerle el volver poner de moda la palabra «arrimo», es al representante novoprogresista José Luis Rivera Guerra. Con singular maestría, el «Ironman» de la política puertorriqueña logró convencer a sus colegas de la Comisión de Etica de la Cámara, la diferencia entre vivir «arrimado» gozando de los placeres que nos regala la vida sin buscarse problemas legales interceptando los contadores de agua y energía eléctrica para disfrutar de ambos servicios.
De acuerdo al Diccionario Léxico-Hispano, arrimo significa «apego, sostenerse de algo y en algunos casos agradecer». Recuerdo que en tiempos de mis padres y abuelos los llamados arrima’os eran objeto de explotación por parte de los terratenientes y obligados a trabajar por salarios míseros, que en muchos casos les eran sustituidos por un saco de viandas o un vale para comprar en el comercio propiedad de los mismos patronos.
Los arrimados de los tiempos modernos, al menos gozan de algunas comodidades como televisión, agua, luz y celular, pero continúan pegados por 30 años a los bancos e instituciones de crédito. Son muchas las familias jovenes que la situación económica del país los ha llevado a arrimarse con los padres y otros familiares, a los que ayudan con sus escasos ingresos.
También sabemos de otra diversidad de arrimados en las zonas rurales, quienes por generaciones se han ido ubicando en la tierra de sus antepasados, pero sin conseguir mostrar documento alguno para establecer la titularidad de las tierras. Es justo consignar que no se trata de rescatadores y mucho menos, de invasores de tierras. Por lo menos, los rescatadores casi siempre logran al final de la lucha que el Estado les entregue titulos de propiedad, con instalación de agua, luz y calles asfaltadas.
Desdichadamente, los «arrima’os» como se le trata de forma despectiva, son seres honestos a quien el destino no les concedió el privilegio de alzarse más allá de la pobreza. Obviamente, este no es el caso del representante Rivera Guerra. Sin embargo, el invocar la condición de arrimo fue un golpe magistral del legislador mocano.
No puedo terminar este escrito sencillo sin dejar la siguiente interrogante en la conciencia colectiva del pueblo boricua. ¿ Estamos los puertorriqueños arrimados en la isla donde tuvimos la dicha de nacer? Esto no se trata de colores ni de ideologías partidistas; nos compete establecer en qué momento el patrono más poderoso del mundo, nos va a mirar frente a frente, de tú a tú y con el mismo grado de respeto.