Entre mentiras y promesas el pais aguarda por un futuro mejor

A menos de nueve meses para que esta isla lleve a cabo otro proceso electoral, un gran sector del pueblo puertorriqueño aún no tiene claro a cuales candidatos a cargos electivos le otorgará la confianza para que administren por cuatro años más el destino político y económico de un país devastado por el desempleo y la falta de oportunidades para nuestros jóvenes. Si bien es cierto que la situación pinta positiva para los grandes intereses financieros que se dedican a vivir del gobierno de turno, eso no podemos decir que los miles de padres de familia que deben humillarse ante los políticos para conseguir un día de trabajo.

Entre mentiras y promesas, los candidatos de los partidos principales prometen utilizar una varita mágica para enderezar los entuertos que ellos mismos crearon con el cierre de industrias, la destrucción de la otrora pujante clase media y los múltiples obstáculos que le impone el estado a los pequeños inversionistas que luchan por crear nuevos negoci0s, y por ende, auto-empresas forjadoras de empleos.

Más recientemente, el gobierno pretende buscar dinero «hasta debajo de las piedras», persiguiendo a los pequeños comerciantes, negocios ambulantes y vendedores de la Lotería tradicional, cuyas ventas e ingresos apenas alcanzan para el sostenimiento de sus respectivas familias. A esto adicione las cargas onerosas que le siguen imponiendo al pueblo las instituciones bancarias y las compañías de seguros. Resulta una odisea seguir viviendo en la llamada «Isla del Encanto», donde el pan está mal repartido, mientras los políticos disfrutan a gusto del presupuesto estatal.

Los electores de Puerto Rico tienen la gran responsabilidad de utilizar el voto de noviembre próximo con cuidado y sabiduría. Ya no se trata de colores y banderas. Es el momento de seleccionar a los candidatos que trabajan por el país con decencia, justicia y dedicación. Afortunadamente, en esta isla queda aún mucha gente buena y valiosa. Llegó la hora de decirle NO, a los mentirosos, arribistas y trepadores que han hecho de la política borincana su mejor negocio particular.