Por Julio Víctor Ramírez-Torres
Director- Revista La Calle Digital
Hormigueros: En mis 71 años de existencia y más de medio siglo dedicado al campo del periodismo y las comunicaciones, jamás había experimentado tanto temor y ansiedad, como la experiencia vivida hoy sábado 17 de diciembre, al sentir como la Madre Tierra tembló a gusto y antojo en la parte occidental de nuestra isla. Sin ánimo a exagerar la nota debo confesar que me dirigía hacia el cuarto de baño de mi hogar, cuando sentí que mi perro Azabache comenzó a ladrar y de inmediato, un mareo invadió mi cuerpo lo que no me permitía estar de pie.
De pronto, y como salido de la nada comencé a escuchar el ruido de un camión de esos bien grandes que pasaba frente a mi casa en la urbanización La Monserrate de Hormigueros. El televisor se movía, al tiempo que el portón de rejas de la vivienda hacía un sonido fuerte como si alguien estuviese tratando de forzarlo.
De pronto escuché a mi vecina Carmen, que me llamaba a toda voz para inquirir lo que estaba ocurriendo. Acto seguido y luego del primer remezón la tierra volvió a temblar con casi la misma intensidad del primer momento y ya a las 3:14 am, sentí otro temblor pero menos violento.
Nervioso de pies a a cabeza, recurrí a pedirle a Dios que protegiera a mi familia y a toda la gente que habita esta isla, sin importar su raza, color o afiliación política. En ese instante comprendí la fragilidad del humano ante las situaciones difíciles. Ya repuesto del susto me fuí a la Calle 6, para averiguar como estaban mis vecinos y si podía serles de ayuda. Por fortuna, hasta ahora no se han reportado pérdidas de vidas y propiedades.
Aunque los terremotos fueron ubicados en el Pasaje de Mona, a escasas millas de la parte oeste de Puerto Rico, la situación parece normalizarse. Esto no es cuestión de acobardarse, pero ante el poder del Señor y su Creación, los humanos somos simples hojas que mueve el viento a su antojo.