A muchos lugares acudí en la búsqueda de una oportunidad de empleo. En algunos sitios prometieron volver a comunicarse conmigo y jamás lo hicieron. Siempre hubo una excusa para no contratar mis servicios profesionales. O estaba sobrecualificado para el puesto solicitado, o me faltaban conocimientos para determinada posición administrativa. De aquí para allá y de allá para acá, el tiempo y los compromisos económicos se tornaban en mi peor enemigo.
Confieso humildemente que soy un buen profesional , dedicado y trabajador. No tengo vicios que dañen mi cuerpo y me acompaña la capacidad de crear mi propia fuente de superación y sustento. Llegué a pensar que un individuo con tantos méritos personales es acreedor de triunfar en cualquier campo del conocimiento y el trabajo.
Sin embargo, nunca tomé en cuenta que para triunfar en la vida hay que llenar otros requisitos más valiosos. El secreto del éxito tiene que venir acompañado de una fuerte dosis de entrega personal, humildad y sacrificios. Partiendo de esa premisa, hoy estoy preparado para retomar la ruta de un futuro prometedor. Ya terminan mis angustias y sufrimientos; ahora es mi turno para gritar: «Yo puedo lograrlo y con la ayuda de Dios me encamino hacia una aurora de hermosas victorias».
Si es que otras personas han logrado triunfar con esfuerzo y dedicación, también creo tener las herramientas que necesito para emerger ganador. Comienzo por afirmar que Jesucristo es mi patrono y socio principal en la empresa que hoy he decidido comenzar. Gracias Señor por colocar la primera piedra de mi naciente compañía, la cual designo en tu nombre. Amén por siempre.
(Autor: Julio Víctor Ramírez Torres-10 de junio, 2004)