No importa la buena fe del gobernante de turno y sus reiteradas promesas de aliviar la carga que representa para el pueblo consumidor las onerosas facturas que todos los meses se reciben por los servicios de agua y electricidad; mientras en la AAA y la AEE, no haya voluntad de aspirar hacia el logro de mejor servicio y eficiencia en la administración de las mismas, jamás el Erario dispondrá de los dineros suficientes para que ambas corporaciones públicas sean un buen negocio para el gobierno.
Más allá de cumplir con los bonistas, la Autoridad de Energía Eléctrica y la AAA deben dirigir sus esfuerzos, personal y recursos a transformarse en verdaderas agencias de servicio, donde aquellos interesados en formar parte de sus respectivas plantillas de trabajo sean contratados por sus méritos, preparación académica, conocimientos y nunca por el partido político al cual pertenecen.
Dichas corporaciones tienen que dejar de ser el refugio de ahijados políticos azules, rojos o de cualquier otro color que surja en el futuro. De otra parte, no puede resultar costo-efectiva una empresa pública como la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, donde se admite que está perdiendo el 60 por ciento del agua potable que procesa y produce.
Antes de pensar en otro aumento tarifario en dicha agencia, es prioridad cobrarle el agua a los que no pagan, corregir los miles de salideros del preciado líquido a través de todo el país y ser más efectivos en la detección del hurto de agua. Una cosa es concederle una tarifa especial a las clases menos afortunadas y otra, permitir que el agua se pierda por la negligencia de individuos que abren las bocas de incendio por pura diversión.
De otra parte, le corresponde a la AEE respaldar los proyectos de energía renovable, concederle un incentivo especial a los abonados que pagan sus facturas de luz puntualmente y regresar a la generación hidroeléctrica. Mientras la isla siga siendo «rehén» de la dependencia del petróleo, no bastarán promesas electorales para convencer al pueblo. Eficiencia, servicio y «no» al padrinazgo político constituyen la clave para salvar a la AAA y a la AEE del desastre financiero.