Por: Lcdo. Alfredo Ocasio
El 3 de noviembre de 1992 el PPD sufrió una derrota significativa. Luego de 12 años de una pelea a tablas con el PNP, en esa elección el PPD recibió un golpe que le afectó los sentidos. No tan solo perdió la gobernación, comisaría residente y más de 50 municipios, sino que por primera vez vio como se tenía que acoger a la Ley de Minorías en la Legislatura.
Esta derrota origina la tercera causa para la desaparición del PPD: la crisis de liderato y de proyecto ideológico.
La derrota del ’92 la cargó Victoria Muñoz Mendoza; la hija del prócer y fundador del PPD. Desde 1984, Victoria fue cultivada para ser la heredera natural del PPD a la salida de RHC. Su derrota dejó al PPD sin un líder de la fuerza y carisma que tenía su padre y la que había continuado con RHC, más o menos.
Por otra parte, cuando en 1950 el Congreso nos autorizó a redactar una constitución, el PPD le vendió al pueblo que se había creado un nuevo status que no era ni estadidad ni independencia y con ese cuento engañaron a gran parte del pueblo por varias décadas. Pero, a toda farsa le llega el día en que se descubre lo que es. La realidad económica y eventualmente el gobierno federal, se encargarían de descorrer el velo al engaño.
El PPD se enfrentó en 1993 al primer plebiscito de status bajo la administración Rosselló. Por primera vez, el status territorial de Puerto Rico no fue avalado por la mayoría de los votantes. Solo recibió un 48% de los votos. No tan solo, el PPD había perdido su hegemonía electoral, sino que una mayoría de los votantes tampoco avalaban su cuestionado proyecto de status.
En 1994, cinco personas se disputaron la presidencia del PPD. Tuvieron que hacer una primaria y el partido que se había distinguido por el caudillismo, de repente se enfrentaba a multiplicidad de líderes menores, cada uno con un proyecto diferente y con una visión de status final para Puerto Rico diferente. Al final del camino, el hijo de la maquinaria del inmovilismo, Héctor Luis Acevedo, prevaleció.
Héctor Luis era lo que se conoce en inglés un operador político, no un líder político. Se había destacado como comisionado electoral y no como un curtido en las lides políticas. Su ascenso en la maquinaria se debió a precisamente eso; era parte de ella. Héctor Luis no era una persona de visión ni de ideas de avanzada. Era un estatista; un inmovilista; una figura con que se pretendió llenar un hueco profundo de liderato que comenzaba a aquejar al PPD.
El resultado de la elección de 1996 era de esperarse: la derrota más aplastante del PPD en su historia.
Acéfalo y sin dirección, las fuerzas independentistas dentro del PPD iniciaron su estrategia para llenar el vacío que tenía el PPD de liderato e ideología. De esa coyuntura se aprovechó un zorro político llamado Aníbal Acevedo Vila. Este había sido ayudante de RHC en Fortaleza y había llegado a la Cámara de Representantes. Desde sus inicios políticos dio cátedra de ser un buen demagogo y un gran estratega político. Luego de la derrota electoral del ’96, Aníbal rápidamente asumió la presidencia del PPD y lo reorganizó. En el plebiscito del 1998, delineó la estrategia de ubicar al PPD detrás de la columna del ningunismo y convirtió el plebiscito en un referéndum sobre Rosselló, cuya administración estaba sufriendo de eventos de corrupción. La columna de ninguna de las anteriores obtuvo más votos, pero el precio que pagó el PPD fue caro; por segunda vez el status actual era rechazado por la mayoría de los votantes.
Debido a que Aníbal estaba identificado con los independentistas dentro del PPD, las fuerzas inmovilistas le atajaron el ascenso a la candidatura a la gobernación con Sila Calderón. Protegida por la prensa y las estructuras del poder colonial, Sila asumió la gobernación siendo la primera mujer electa al puesto. Sin embargo, su falta de capacidad, su superficialidad, su total incomprensión de los problemas de Puerto Rico y su absoluta falta de visión llevaron a la desilusión a aquellos que la apoyaron. Su administración fue un fracaso absoluto y encaminó a la isla al desastre económico que padecemos. Confrontada con el hecho de que le esperaba una derrota avasalladora en el 2004, Sila decidió irse para su casa y aquí comenzó la comedia de errores de los inmovilistas en el PPD, que dio paso a los independentistas a la toma del poder.
Sila designó como su sucesor a José Alfredo Hernández Mayoral, el hijo de RHC. A Aníbal le dieron una patada del partido cuando designaron a Roberto Pratts para sustituirlo en Washington, sin siquiera consultarlo. La estadía de Hernández Mayoral duró varias semanas hasta que anunció que se retiraba. Ante la debacle surgida, Aníbal inmediatamente llenó el vacío de liderato y se agenció con la presidencia y la candidatura a la gobernación.
El resto de la historia es conocida por ustedes. Desde el año 2000, el PPD ha tenido seis presidentes, ninguno de los cuales ha podido dejar una huella positiva y si una estela de mala administración pública, pillaje, saqueo y amplia corrupción. En los próximos meses se apresta a seleccionar posiblemente a su último presidente. El status actual fue rechazado contundentemente en otro plebiscito y en esta ocasión el Congreso aceptó que Puerto Rico quiere un cambio de status.
Por otro lado, la crisis económica llevó a que Washington actuara y le impusiera a Puerto Rico una Junta de Control Fiscal, acabando así con el mito de la supuesta autonomía del ELA. La decisión del Tribunal Supremo al efecto de que desde 1898 Puerto Rico es un territorio de los Estados Unidos y que lo ocurrido en 1952 no cambió en nada ese hecho, fue el aldabonazo final para el PPD.
Sin proyecto ideológico y con una crisis seria de liderato, el PPD está obligado a definirse; o estadidad o independencia. La historia simplemente les pasó por encima. Habrán aquellos dentro de ese partido que intentarán detener el tiempo, pero todos sabemos que eso es imposible. Los independentistas dentro del PPD saben lo que quieren, están definidos y tienen su líder, la comunista Carmen Yulín.
Los inmovilistas aún se abrazan del muerto, llorándolo a lagrima viva o peor aún, pretendiendo que todavía vive y sin nadie que les indique cuál es el camino a seguir. Lo que viene es la implosión. Los días finales del PPD han llegado.
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